Un bosquejo en Oleo.

El papel se hizo pantalla, el reloj sonaba, mientras la función empezó, releer mi cueva es haber perdido la brújula que estúpidamente creí controlar, pero no sabía que su dirección solo eran partes de mi, una mente dividida entre el pasado y el futuro pensando en un segundo que parece estático, como el malabarista intentando que su palo de escoba no caiga en la cabeza de alguien.

Y la historia comienza partiendo la sandia y si, también en dos. acaso. ¿esa milésima de segundo huye de mi? o de ¿mi elocuente mural? aunque frágil como las cartas de naipe apiladas que con una sola palmada comprimiendo el aire caen de la mesa, la descripción incesante de cordura que me ha dejado exhausto, sentir que la sonrisa se desvanece, sabiendo que el chiste no es para siempre y aunque parezca que me quedo inmóvil, en una habitación, los días pasan corriendo como jinetes, y yo, allí, en medio del movimiento invisible, descubro otros mundos aún más oscuros, o segados por su propio brillo como oro falso me percute el oído de esas campañas marcando un avance que no percibo en este exilio.

El viento intenta llamarme por la ventana, a que vuelva a interpretar esa vida que se desvanece, intenta devolverme aún sin acordarse de quien fui ni como me llamo, quizá entre el murmullo de la gente tenga un sonido acorde en este caos, o quizá simplemente sea esa pluma caída de un ave, mientras intentaba volar y como esa astilla nunca lo había permitido, buscando la razón de la razón, allí donde solo he encontrado el eco de mi propio canto, hipnotizado por la corriente abismal que se sumerge en pasajes de miopía porque ninguno lo concreto en mármol. Mi mirada, aún inmóvil, sin dejar de ver las cosas que siguen su curso.

Acostumbrado a bañarme el pensamiento positivamente, he quedado tendido y arrodillado en una esquina veo la silueta del sol permear mi piel y el suelo, entre los orificios del concreto, aun sin pies se despliega con rapidez por todo el lugar, empeñado en ver la oscuridad, las cortinas me cubren como esa amiga inquieta intentando luego cobrar el favor, un paraíso para el que no ve el arte, es un acto de extrema ceguera mental.

Buscar en la luz me ha dejado ciego, aquella luz se llevo su sonrisa su mirar, empeñado el vidrio del carro intentó conducir hacia ningún lado, porque aunque en mi mente este un huracán es en mi alma en donde debería encontrar la paz y sin embargo sigo con mi bastón, tropezando entre la pirámide que construí cuando aún no sabía hablar y ahora solo queda ese inútil diente de león que intenta aferrarse al volcán antes de estallar.

Jhonilber Her Lop

 

Gracias a Foto de Lisa Fotios en Pexels

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